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Que no sea de otro quien puede ser dueño de sí mismo..
PARACELSO.
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PIEDRA FILOSOFAL

octubre 02, 2011

PIEDRA FILOSOFAL

La piedra filosofal es una supuesta sustancia que según la alquimia tendría propiedades extraordinarias, como la capacidad de transmutar los metales vulgares en oro. Existirían dos tipos de piedra: la roja, supuestamente capaz de transmutar metales innobles en oro, y la blanca, cuyo uso transformaría dichos metales innobles en plata. La roja se obtendría empleando la Vía Seca; la blanca a través de la Vía Húmeda; en ambos casos el elemento de partida sería la pirita de hierro.Es una sustancia alquímica legendaria , se dice que es capaz de convertir los metales básicos ( plomo , por ejemplo) en oro ( chrysopoeia ) o de plata . Fue también  se cree que es un elixir de la vida , útil para el rejuvenecimiento y, posiblemente, para el logro de la inmortalidad . Durante muchos siglos, fue lo más en Occidente en  la alquimia . La piedra filosofal es el símbolo central de la terminología mística de la alquimia, que simboliza la perfección en su máxima expresión, la iluminación , y la bienaventuranza celestial. Los Esfuerzos para descubrir la piedra filosofal se conocen como el Opus Magnum.

DESCRIPCION

Sus orígenes parecen estar en una antigua teoría alquímica que proponía analizar los elementos Aristotélicos atendiendo a sus cuatro "cualidades básicas": calor, frío, sequedad y humedad. El fuego sería caliente y seco, la tierra fría y seca, el agua fría y húmeda y el aire caliente y húmedo. Más aún, la teoría propone que cada metal es una combinación de los cuatro principios; aunque se debe resaltar que después llegaron a la conclusión de que los elementos eran azufre, plomo y oro. De ella se desprende el fenómeno de transmutación; es decir, el cambio de la naturaleza de un elemento en función del cambio en sus cualidades.

La piedra filosofal y el elixir de la vida, eran algo ansiosamente buscado y codiciado debido a las virtudes maravillosas que se le suponían; no sólo la de conseguir oro, sino también la de curar algunas enfermedades y otorgar la inmortalidad. Para la fabricación de oro se buscaba un material que facilitase la mezcla de mercurio y azufre, porque teóricamente ése era el camino acertado. La función transmutadora y la de otorgar la vida eterna están relacionadas: una característica del oro es que se oxida más lentamente que otros metales; es decir: el oro es "inmortal"; por lo tanto, si se descubría cómo formar oro a partir de otros elementos, esperaban poder hacer el cuerpo humano inmortal.

Las supuestas características físicas de la piedra filosofal también varían según diversas fuentes. Generalmente se la presenta como materiales minerales amorfos o cristalinos de diversos colores. Incluso en obras relativamente modernas como "El Retorno de los Brujos" se menciona la posibilidad de que la piedra filosofal en sí misma sea un gas, "nube de electrones", plasma o cuerpo similar no sólido, que tiene la propiedad de penetrar el vidrio u otros cuerpos cristalinos y quedar almacenada allí. Según algunas teorías, en forma estable puede llevarse fuera del laboratorio y activarse luego con fuego para usarse cuando sea necesario.

Otra leyenda de la piedra filosofal dice que la persona que la posee puede transmutar todo tipo de objetos en oro, pero su uso constante hace que poco a poco la persona que la use vaya, casi sin advertirlo, convirtiéndose en oro. Esto seria un castigo al abuso de los poderes de la piedra, y a la codicia de la persona...

Hay vertientes más místicas de la alquimia que creen que, en realidad, la obra y la piedra filosofal no son realidades físicas, sino metáforas del perfeccionamiento espiritual.

Por otra parte se afirma que el "lapis philosophorum" era simple y llanamente el conocimiento, y lo que se buscaba era realmente la ciencia pura.

Los alquimistas, además de buscar con fruición el elixir de la vida, buscaban también un remedio que se pudiera preparar en el laboratorio, capaz de curar todas las enfermedades .

No existe un tratado alquímico que sea claro y se le dan distintos nombres a las sustancias utilizadas por ejemplo el fuego alquímico es diferente al fuego común esto se hace con el fin de hacer dificultosa la construcción de la piedra por parte de otras personas con malos fines.

Cabe señalar que para realizar las supuestas tres fases del magisterio (Nombre dado a las tres fases que se deben hacer para llegar a construir la piedra) se debe poseer una llama de fuego encendida calentando la materia prima de la piedra, durante años, pues el alquimista pretende "imitar" a la naturaleza la cual se demora tiempo y debe tener paciencia para crear algo.

Por esta razón, algunos tratados afirman que para crear la piedra, se debe tener asegurada la sobrevivencia por al menos veinte años, ya que unos años se emplearan en investigar y otros en cometer errores y otros para la elaboración exitosa.

Los intentos de elaboración de la piedra resultaron arriesgados, requiriendo tiempo y dinero para llevarse a cabo, además de una enorme paciencia. El trabajo con materiales inflamables o explosivos, como la polvora, supuso un factor de riesgo para las practicas alquimicas.

Tres fueron los objetivos fundamentales que persiguieron los alquimistas. Por un lado intentaron la transformación de metales innobles, como el plomo y el cobre en metales preciosos, como la plata y el oro. Además, trataron de crear una sustancia que fuera capaz de curar todas las enfermedades. Finalmente se aplicaron a descubrir el elixir de la inmortalidad.


Todo se resumía en la búsqueda de la piedra filosofal, considerada como la única sustancia capaz de conseguir la transmutación, la panacea universal y la inmortalidad. La creencia más extendida afirmaba que esta sustancia, puesta en un metal innoble como el hierro, mediante el proceso de fusión, sería transformada en oro. 

La verdadera Piedra Filosofal es roja. Este polvo rojo posee tres virtudes:

1. Transforma en oro el mercurio o el plomo en fusión, sobre los cuales se deposita una pulgarada. (Digo en oro, y no “en un metal” que se le aproxime más o menos, como lo ha creído, ignoro por qué, un sabio contemporáneo)

2. Constituye un enérgico depurativo de la sangre y, cuando se la ingiere, cura cualquier enfermedad.

3. También actúa sobre las plantas, y las hace crecer, madurar y dar frutos en unas horas. 

LOS SIETE PRINCIPIOS FUNDAMENTALES 


Los alquimistas creyeron firmemente en la existencia de siete principios básicos fueron utilizados para crear sistemas simbólicos. Estos siete fundamentos eran el fuego, el aire, la tierra y el agua, además de otros tres elementEl azufre poseía un carácter masculino, mientras que al mercurio se le atribuían peculiaridades femeninas y pasivas.

La alquimia buscó su apoyo en la ciencia de la astrología, pues desde los tiempos antiguos existía la creencia de que cada metal se encontraba bajo el influjo de un cuerpo celeste; por ejemplo, el hierro se correspondía con Marte, la plata con la Luna, el oro con el Sol, y así sucesivamente. De esta manera, cada metal era asignado con un símbolo igual que el de su planeta correspondiente.

La alquimia parte de la teoría de que los tres elementos fundamentales pueden ser combinados en distintas proporciones para formar nuevos cuerpos. 

De ella se desprende el fenómeno de transmutación, es decir, el cambio de la naturaleza de un elemento en función del cambio en sus cualidades.

La piedra filosofal, o elixir de la vida era algo ansiosamente buscado y codiciado porque se le suponían virtudes maravillosas, no sólo la de conseguir el oro sino la de curar algunas enfermedades y otorgar la inmortalidad. Para la fabricación de oro se buscaba un material que facilitase la mezcla de mercurio y azufre porque se suponía que ese era el camino acertado. A partir de esa mezcla hallarían el noble metal. Estos dos aspectos están relacionados, una característica del oro es que no se oxida a diferencia de otros metales, es decir el oro es “inmortal” por lo tanto si descubrían como formar oro a partir de metales vulgares, tal vez podrían hacer que el pobre cuerpo mortal se volviera inmortal.

Los alquimistas, además de buscar con fruición el elixir de la vida, buscaban también un remedio que se pudiera preparar en el laboratorio, capaz de curar todas las enfermedades.

DESPISTANDO A LOS PROFANOS

Una de las características de la alquimia es que se establece un lenguaje confuso en los escritos con el fin de despistar intencionalmente a quien quiera construirla. Así, por ejemplo, se supone que las referencias a al Azufre y el Mercurio no se referían a los elementos quimicos "normales", sino a algún tipo de variante de los mismos solo conocida por los alquimistas. Por eso algunos autores alquimistas hablan del mercurio de los filósofos, por ejemplo, para dar una pista que no es el elemento mercurio.

Sobre los pasos para realizar la piedra filosofal se cree que estos están de forma explícita en "Mutus liber" o libro mudo. Aquí también se encontrarán símbolos que indican Azufre y Mercurio, pero cabe destacar que no son los elementos químicos S y Hg, sino compuestos obtenidos de los pasos previos a la realización de la Gran Obra.

SITUACION ACTUAL DE LA TRASMUTACION

Con la aparición de la física nuclear se demostró que la idea de convertir plomo en oro resultaba posible, ya que bastaría con extraer 3 protones de un átomo de plomo (de 82 protones) para obtener un átomo de oro (de 79 protones).

Con el tiempo la idea de transmutación fue sustituida por la práctica de las reacciones químicas y el creciente conocimiento de la naturaleza de los elementos químicos hizo que cada vez quede más claro que la transformación de los metales en oro o, más generalmente, la transformación de un elemento en otro, que es lo que los alquimistas buscaban - con todos los procesos químicos - es imposible mediante los procesos que usaban, ya que se necesitaría una cantidad de energía enorme para lograr cambios físicos en el núcleo atómico. Estas transformaciones sólo funcionan con millones de veces más energía de trabajo de procesos y métodos nucleares, tales como se aplican todos los días en los reactores nucleares para la producción de plutonio en grandes cantidades. En 1980, el físico estadounidense y Premio Nobel, Glenn Theodore Seaborg, fue el primer hombre en usar métodos nucleares para transmutar varios miles de átomos de plomo en oro.

HISTORIA

Escritores alquímicoS asignaN una larga historia a la piedra filosofal. Elias Ashmole y el autor anónimo de Gloria Mundi (1620) afirman que su historia se remonta a Adán , que adquirió el conocimiento de la piedra directamente de los Dioses. Este conocimiento se dice que es transmitido a través de los patriarcas bíblicos, dándoles su longevidad. La leyenda de la piedra también fue comparado con la historia bíblica del Templo de Salomón y la piedra angular rechazada descrito en el Salmo 118 .  La mención de la piedra filosofal en la escritura se puede encontrar ya en Cheirokmeta por Zósimo de Panópolis (c . 300 dC)

EDAD MEDIA

En el siglo VIII el  alquimista Jabir ibn Hayyan ( latinizado como Geber) analizó cada elemento clásico en términos de las cuatro cualidades básicas caliente,  frío, sequedad y humedad. El fuego era caliente y seco, tierra fría y seca, agua fría y húmeda, y el aire caliente y húmedo. Más adelante la teoría de que todos los metales fueron una combinación de estos cuatro principios, dos de ellas interiores y dos exteriores . A partir de esta premisa, se razonó que la transmutación de un metal en otro podría verse afectado por la reordenación de sus cualidades básicas. Este cambio sería probablemente mediado por una sustancia, que llegó a ser llamado al-Iksir en árabe (de la cual el término occidental elixir se deriva). A menudo se considera que existe como un polvo seco de color rojo (también conocido como al-Kibrit al-Ahmar الكبريت الأحمر-roja de azufre) a partir de una legendaria  piedra filosofal.  La teoría de Jabir se basa en el concepto que los metales como el oro y la plata podría estar oculto en aleaciones y minerales , de los que podrían ser recuperados por el tratamiento químico adecuado. Jabir mismo se cree que es el inventor del agua regia , una mezcla de ácido muriático (clorhídrico) y ácidos nítrico, una de las pocas sustancias que puede disolver el oro (y que todavía se utiliza a menudo para la recuperación del oro y la purificación).

En el siglo XI, hubo un debate entre los químicos árabe sobre si la transmutación de las sustancias era posible. Un opositor principal fue Avicena (Ibn Sina), quien desacreditó la teoría de la transmutación de las sustancias, diciendo: "Los  químicos saben muy bien que ningún cambio puede llevarse a cabo en las diferentes especies de sustancias, aunque pueden provocar la aparición de tales el cambio. "

Según la leyenda, el científico del siglo XIII y filósofo Alberto Magno se dice que descubrio la piedra filosofal y se lo pasó a su discípulo Tomás de Aquino , poco antes de su muerte alrededor del año 1280. Magnus no confirma que descubrió la piedra en sus escritos, pero sí constancia de que fue testigo de la creación de oro por "transmutación".

RENACIMIENTO EDAD MEDIA

El alquimista Paracelso (Philippus Aureolus Theophrastus Bombastus von Hohenheim) creían en la existencia de alkahest(Alkahest es un hipotético disolvente universal , tiene el poder de disolver  todas las demás sustancias, incluyendo el oro) , que él cree que es un elemento por descubrir, de la que todos los demás elementos (tierra, fuego, agua, aire) eran simplemente formas derivadas. Paracelso creía que este elemento era, de hecho, la piedra filosofal.

La Tabla Alphabeticall de la edición 1658 de Sir Thomas Browne 's enciclopedia Pseudodoxia Epidemica incluye la entrada, "La piedra filosofal, no es imposible ser procurado.

Un texto místico publicado en el siglo XVII llamado el Liber Mutus que parece ser un manual de instrucciones simbólicas para inventar la piedra filosofal. Llamado el "libro sin palabras", fue una colección de 15 ilustraciones.

EL BUDISMO Y EL HINDUISMO


El equivalente de la piedra filosofal en el budismo y el hinduismo es la Cintamani.(Cintamani (en sánscrito, devanagari: चिन्तामणि) también deletreado como Chintamani (o la piedra Chintamani) es un deseo que se cumple ,joya dentro de las tradiciones de los dos hindúes y budistas, lo que equivale a la piedra filosofal . en la alquimia occidental)

En el budismo se sostiene por la bodhisattvas , Avalokiteshvara y Ksitigarbha . También se ve llevado a la parte posterior del pulmón ta (caballos de viento) que se representa en el Tíbet banderas de oración . Al recitar el dharani de Cintamani, la tradición budista sostiene que uno alcanza la sabiduría de Buda, capaz de comprender la verdad de Buda, y aflicciones a su vez en Bodhi . Se dice que permite ver la comitiva de Santo Amitabha y el montaje sobre un lecho de muerte. En la tradición budista tibetana del Chintamani se representa a veces como una perla luminosa y está en posesión de varias de las diferentes formas de Buda.

En el hinduismo se conecta con los dioses, Vishnu y Ganesha . En la tradición hindú que se representa a menudo como una joya fabulosa en la posesión de los Naga rey o como en la frente de la Makara .  El Vasistha Yoga , escrito originalmente en el siglo X, contiene una historia sobre la piedra filosofal .

Un gran sabio hindú, escribió acerca de la realización espiritual de la Gnosis utilizando la metáfora de la piedra filosofal. San Jnaneshwar (1275-1296), escribió un comentario con 17 referencias a la piedra filosofal que transmuta, explícitamente metales comunes en el  oro. El sabio indio del siglo VII Thirumular en su clásico Tirumandhiram explica el camino del hombre a la divinidad inmortal. En el verso 2709, declara que el nombre de Dios, Shiva o el dios de Shambala , es un vehículo de la alquimia que convierte el cuerpo en oro inmortal.

NOMBRES

Numerosos sinónimos se utiliza para hacer referencia indirecta a la piedra, como la "piedra blanca" (cálculo albus, identificado con el candidus cálculo de Apocalipsis 2:17, que fue tomada como un símbolo de la gloria del cielo  ), vitriolo ( tal como se expresa en el acrónimo Visita Interiora Terrae Rectificando Invenies occultum lapidem), también lapis noster, lapis occultus, en agua a la caja, y numerosas referencias oblicuas, místico o mitológico, como Adán , Aer, animales, Alkahest, Antídoto, Antimonium , Aqua Benedicta, volans Agua por aeram, Arcano , Atramentum, Autumnus, Basilicus, Brutorum cor, Bufo, Capillus, auri Capistrum, Carbones, Cerberus , Caos , cineris Cinis, Crocus , philosophorum Dominus, quintaesencia divina, elixir Draco, ignis Filius, Fimus, folium, Frater, Granum, frumenti Granum, Haematites, Hepar, Herba, Herbalis, Lac, melancolía, philosophorum Ovum, salutifera Panacea, Pandora , Phoenix , mercurio filosófico, piritas, radices Arboris solares, Regina, regum Rex, metallorum Sal, Salvador terrenus , talco, Tesauro, Ventus hermetis. Muchas de las alegorías medievales de un Cristo se adoptaron para el lapislázuli, y el Cristo y la piedra fueron tomadas de hecho, como idénticos en un sentido místico. El nombre de "piedra" o lapis sí es informado por la alegoría cristiana, como Prisciliano, quien afirmó Unicornio est Deus, nobis petra Christus, nobis lapis angularis Jesús, nobis hominum homo Christus.

APARIENCIA


Descripciones de la piedra filosofal son numerosas y variadas.  De acuerdo con los textos alquímicos, la piedra filosofal había dos variedades, preparado por un método casi idéntico: blanco (con el propósito de hacer plata) y rojo (con el propósito de hacer de oro), la piedra blanca es una versión menos madura de la piedra roja.Algunos textos alquímicos antiguos y medievales dejan pistas a la supuesta aparición física de la piedra filosofal, en concreto la piedra roja. A menudo se dice que es de color naranja (color azafrán) o rojo cuando a polvo. O en forma sólida, un intermedio entre el rojo y el morado, transparente y de vidrio-como. [ El peso se dice que es más pesado que el oro,  y se dice que es soluble en cualquier líquido, sin embargo, incombustible en fuego.

Los autores de alquimia a veces sugieren que las descripciones de la piedra son metafóricas. Se le llama una piedra, no porque es como una piedra. El aspecto se expresa geométricamente en Michael Maier fugiens Atalanta. "Hacer de un hombre y una mujer de un círculo, y luego de un cuadrilátero, del este triángulo, hacer de nuevo un círculo, y usted tendrá la Piedra de los Sabios De este modo se hace la piedra, que no puedas descubrir, a menos que usted. , a través de la diligencia, aprender a comprender esta enseñanza geométricas. "  Rupescissa usa la imagen de la pasión cristiana, que  dice que asciende "del sepulcro del rey más excelente, brillante y glorioso, resucitado de entre los muertos y el uso de un color rojo diadema ...".

INTERPRETACIONES

Los diversos nombres y atributos asignados a la piedra filosofal ha llevado a larga especulación sobre su composición y origen. Candidatos exotéricos se han encontrado en los metales, plantas, rocas, compuestos químicos, y productos corporales como pelo, la orina, y los huevos. Justus von Liebig afirma que "es indispensable que todas las sustancias accesibles ... debe ser observado y examinado ". Los alquimistas se creía un componente clave en la creación de la piedra era un mítico elemento llamado carmot.

Esotéricos, herméticos o alquimistas pueden rechazar el trabajo relativo a las sustancias exotérica, en vez dirigir su búsqueda de la piedra hacia el interior de los filósofos. Aunque los enfoques esotérico y exotérico se mezcla a veces, está claro [ según quién? ] que algunos autores "no tienen que ver con el material sustancias, pero están empleando el lenguaje de la alquimia exotérica con el único propósito de expresar las creencias teológicas, filosóficas o místicas y aspiraciones. " Nuevas interpretaciones siguen siendo desarrolladas en torno a espagírico(es un nombre dado a la producción de hierbas medicinales con alquímia y procedimientos de estraccion de minerales) , químicos, y las escuelas esotéricas del pensamiento.




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ALQUIMIA


ALQUIMIA


En la historia de la ciencia, la alquimia (del árabe الكيمياء [al-kīmiyā]) es una antigua práctica protocientífica y una disciplina filosófica que combina elementos de la química, la metalurgia, la física, la medicina, la astrología, la semiótica, el misticismo, el espiritualismo y el arte. La alquimia fue practicada en Mesopotamia, el Antiguo Egipto, Persia, la India y China, en la Antigua Grecia y el Imperio romano, en el Imperio islámico y después en Europa hasta el siglo XIX, en una compleja red de escuelas y sistemas filosóficos que abarca al menos 2.500 años.

La alquimia occidental ha estado siempre estrechamente relacionada con el hermetismo, un sistema filosófico y espiritual que tiene sus raíces en Hermes Trimegisto, una deidad sincrética grecoegipcia y legendario alquimista. Estas dos disciplinas influyeron en el nacimiento del rosacrucismo, un importante movimiento esotérico del siglo XVII. En el transcurso de los comienzos de la época moderna, la alquimia dominante evolucionó en la actual química.

Actualmente es de interés para los historiadores de la ciencia y la filosofía, así como por sus aspectos místicos, esotéricos y artísticos. La alquimia fue una de las principales precursoras de las ciencias modernas, y muchas de las sustancias, herramientas y procesos de la antigua alquimia han servido como pilares fundamentales de las modernas industrias químicas y metalúrgicas.

Aunque la alquimia adopta muchas formas, en la cultura popular es citada con mayor frecuencia en historias, películas, espectáculos y juegos como el proceso usado para transformar plomo (u otros elementos) en oro. Otra forma que adopta la alquimia es la de la búsqueda de la piedra filosofal, con la que se era capaz de lograr la habilidad para transmutar oro o la vida eterna.

En el plano espiritual de la alquimia, los alquimistas debían transmutar su propia alma antes de transmutar los metales. Esto quiere decir que debían purificarse, prepararse mediante la oración y el ayuno.

LA ALQUIMIA COMO INVESTIGACION DE LA NATURALEZA

La percepción popular y de los últimos siglos sobre los alquimistas, es que eran charlatanes que intentaban convertir plomo en oro, y que empleaban la mayor parte de su tiempo elaborando remedios milagrosos, venenos y pociones mágicas.

Fundaban su ciencia en que el universo estaba compuesto de cuatro elementos clásicos a los que llamaban por el nombre vulgar de las sustancias que los representan, a saber: tierra, aire, fuego y agua, y con ellos preparaban un quinto elemento que contenía la potencia de los cuatro en su máxima exaltación y equilibrio.

La mayoría eran investigadores cultos, inteligentes y bien intencionados, e incluso distinguidos científicos, como Isaac Newton y Robert Boyle. Estos innovadores intentaron explorar e investigar la naturaleza misma. La base es un conocimiento del régimen del fuego y de las sustancias elementales del que tras profundas meditaciones se pasa a la práctica, comenzando por construir un horno alquímico. A menudo las carencias debían suplirse con la experimentación, las tradiciones y muchas especulaciones para profundizar en su arte.

Para los alquimistas toda sustancia se componía de tres partes mercurio, azufre y sal siendo estos los nombres vulgares que comúnmente se usaban para designar al espíritu, alma y cuerpo, estas tres partes eran llamadas principios. Por manipulación de las sustancias y a través de diferentes operaciones, separaban cada una de las tres partes que luego debían ser purificadas individualmente, cada una de acuerdo al régimen de fuego que le es propicia, la sal con fuego de fusión y el mercurio y el azufre con destilaciones recurrentes y suaves. Tras ser purificadas las tres partes en una labor que solía conllevar mucho tiempo y que debían vigilarse los aspectos planetarios las tres partes debían unirse para formar otra vez la sustancia inicial. Una vez hecho todo esto la sustancia adquiría ciertos poderes.

Los aprendices de alquimistas, a lo largo de la historia de la disciplina, se esforzaron en entender la naturaleza de estos principios y encontraron algún orden y sentido en los resultados de sus experimentos alquímicos, que a menudo eran socavados por reactivos impuros o mal caracterizados, falta de medidas cuantitativas y nomenclatura hermética. Esto motivaba que muchos después de años de intensos esfuerzos acabaran arruinados y maldiciendo la alquimia. Los aprendices por lo general debían empezar por trabajar en el reino vegetal hasta dominar el régimen del fuego, las diversas operaciones y el régimen del tiempo.

Los alquimistas para diferenciar las sustancias vulgares de aquellas fabricadas por el arte alquímico, que siendo designadas por el mismo nombre de acuerdo a alguna de sus propiedades, procedían a usar el apelativo de «filosófico» o «nuestro». Así, se hablaba de «nuestra agua» para diferenciarla del agua corriente, pero a lo largo de los textos alquímicos se asume que el aprendiz ya sabe diferenciar una de otra y, en ocasiones, explícitamente no se usa, ya que de acuerdo al arte hermético «no se debe dar perlas a los cerdos», razón por la que muchos fracasaban al seguir al pie de la letra las diferentes recetas. La «iluminación» sólo se alcanzaba tras arduos años de riguroso estudio y experimentación. Una vez que el aprendiz lograba controlar el fuego, el tiempo de los procesos y los procesos mismos en el reino vegetal, estaba listo para acceder a los arcanos mayores, esto es, los mismos trabajos en el reino animal y mineral. Sostenían que la potencia de los remedios era proporcional a cada naturaleza.

Los trabajos de los alquimistas se basaban en las naturalezas, a cada reino le correspondía una meta: al reino mineral la transmutación de metales vulgares en oro o plata, al reino animal la creación de una «panacea», un remedio que supuestamente curaría todas las enfermedades y prolongaría la vida indefinidamente. Todas ellas eran el resultado de las mismas operaciones donde lo que cambiaba eran la materia prima, la duración de los procesos y la vigilancia y fuerza del fuego. Una meta intermedia era crear lo que se conocía como menstruo y que lo que ofrecía era multiplicación de sí mismo por inmersión de otras substancias semejantes en fusión/disolución (según su naturaleza) con estas. De modo que se conseguía tanto la generación como la regeneración de las substancias elementales. Estos no son los únicos usos de esta ciencia, aunque sí son los más conocidos y mejor documentados. Desde la Edad Media, los alquimistas europeos invirtieron mucho esfuerzo y dinero en la búsqueda de la piedra filosofal.

LA ALQUIMIA COMO DISCIPLINA INTELECTUAL Y FILOSOFICA

Los alquimistas sostenían que la piedra filosofal amplificaba místicamente el conocimiento de alquimia de quien la usaba tanto como fuera posible. Muchos aprendices y falsos alquimistas, tenidos por auténticos alquimistas, gozaron de prestigio y apoyo durante siglos, aunque no por su búsqueda de estas metas ni por la especulación mística y filosófica que se desprendía de su literatura, sino por sus contribuciones mundanas a las industrias artesanales de la época: la obtención de pólvora, el análisis y refinamiento de minerales, la metalurgia, la producción de tinta, tintes, pinturas y cosméticos, el curtido del cuero, la fabricación de cerámica y cristal, la preparación de extractos y licores, etcétera. La preparación del aqua vitae, el «agua de vida», era un experimento bastante popular entre los alquimistas europeos.

Los alquimistas nunca tuvieron voluntad para separar los aspectos físicos de las interpretaciones metafísicas de su arte. La falta de vocabulario común para procesos y conceptos químicos, así como también la necesidad de secretismo, llevaba a los alquimistas a tomar prestados términos y símbolos de la mitología bíblica y pagana, la astrología, la cábala y otros campos místicos y esotéricos, de forma que incluso la receta química más simple terminaba pareciendo un obtuso conjuro mágico. Más aún, los alquimistas buscaron en esos campos los marcos de referencia teóricos en los que poder encajar su creciente colección de hechos experimentales inconexos.

A partir de la Edad Media, algunos alquimistas empezaron a ver cada vez más estos aspectos metafísicos como los auténticos cimientos de la alquimia y a las sustancias químicas, estados físicos y procesos materiales como meras metáforas de entidades, estados y transformaciones espirituales. De esta forma, tanto la transmutación de metales corrientes en oro como la panacea universal simbolizaban la evolución desde un estado imperfecto, enfermo, corruptible y efímero hacia un estado perfecto, sano, incorruptible y eterno; y la piedra filosofal representaba entonces alguna clave mística que haría esta evolución posible. Aplicadas al propio alquimista, esta meta gemela simbolizaba su evolución desde la ignorancia hasta la iluminación y la piedra representaba alguna verdad o poder espiritual oculto que llevaría hasta esa meta. En los textos escritos según este punto de vista, los crípticos símbolos alquímicos, diagramas e imaginería textual de las obras alquímicas tardías contienen típicamente múltiples capas de significados, alegorías y referencias a otras obras igualmente crípticas; y deben ser laboriosamente «descodificadas» para poder descubrir su auténtico significado.

ASTROLOGIA Y ALQUIMIA

La alquimia en Occidente y otros lugares donde fue ampliamente practicada estaba (y en muchos casos aún está) íntimamente relacionada y entrelazada con la astrología tradicional al estilo griego-babilónico. En muchos sentidos fueron desarrolladas para complementarse una a la otra en la búsqueda del conocimiento oculto. Tradicionalmente, cada uno de los siete cuerpos celestes del sistema solar que conocían los antiguos estaba asociado, ejercía el dominio sobre, y gobernaba un determinado metal. En el hermetismo está relacionada tanto con la astrología como con la teúrgia.
 La alquimia en la época científica

De la alquimia occidental surge la ciencia moderna. Los alquimistas utilizaron muchas de las herramientas que se usan hoy. Estas herramientas eran a menudo fabricadas por ellos mismos y podían estar en buen estado, especialmente durante la Alta Edad Media. Muchos intentos de transmutación fallaban cuando los aprendices de alquimia elaboraban sin conocer compuestos inestables, lo que se veía empeorado por las precarias condiciones de seguridad.

Hasta el siglo XVII, la alquimia fue en realidad considerada una ciencia seria en Europa: por ejemplo, Isaac Newton dedicó mucho más tiempo y escritos al estudio de la alquimia que a la óptica o la física, por lo que es célebre. Otros eminentes alquimistas del mundo occidental son Roger Bacon, Santo Tomás de Aquino, Tycho Brahe, Thomas Browne, Ramon Llull y Parmigianino. El nacimiento de la química moderna surgió con los aprendices de alquimia desencantados de su nulo progreso alquímico y con los críticos resentidos de la alquimia; tanto unos como otros lograron progresos en varios campos de la naturaleza en el siglo XVIII, con el que proporcionaron un marco más preciso y fiable para las elaboraciones industriales y la medicina, libres del hermetismo propio de la alquimia (pues la alquimia nunca se prodigó como ciencia de multitudes), y entrando en un nuevo diseño general de conocimiento basado en el racionalismo. A partir de entonces, todo personaje que entroncaba con la alquimia o que «oscurecía» sus textos fue despreciado por la naciente corriente científica moderna.

Tal es el caso, por ejemplo, del barón Carl Reichenbach, un conocido químico de la primera mitad del siglo XIX, que trabajó sobre conceptos parecidos a la antigua alquimia, tales como la fuerza ódica, pero su trabajo no entró en la corriente dominante de la discusión científica.

La transmutación de la materia, disfrutó de un momento dulce en el siglo XX, cuando los físicos lograron transformar átomos de plomo en átomos de oro mediante reacciones nucleares. Sin embargo, los nuevos átomos de oro, al ser isótopos muy inestables, resistían menos de cinco segundos antes de desintegrarse. Más recientemente, informes de transmutación de elementos pesados —mediante electrólisis o cavitación sónica— fueron el origen de la controversia sobre fusión fría en 1989. Ninguno de estos hallazgos ha podido ser aún reproducido con fiabilidad.

El simbolismo alquímico ha sido usado ocasionalmente en el siglo XX por psicólogos y filósofos. Carl Jung revisó el simbolismo y teoría alquímicos y empezó a concebir el significado profundo del trabajo alquimista como una senda espiritual. La filosofía, los símbolos y los métodos alquímicos han gozado de un cierto renacimiento en contextos postmodernos tales como el movimiento Nueva Era.

LA ALQUIMIA COMO OBJETO DE INVESTIGACION HISTORICA

La historia de la alquimia se ha convertido en un vigoroso campo académico. A medida que el oscuro lenguaje hermético de los alquimistas va siendo gradualmente «descifrado», los historiadores van haciéndose más conscientes de las conexiones intelectuales entre esa disciplina y otras facetas de la historia cultural occidental, tales como la sociología y la psicología de comunidades intelectuales, el cabalismo, el espiritualismo, el rosacrucismo y otros movimientos místicos, la criptografía, la brujería, y la evolución de la ciencia y la filosofía.

ETIMOLOGIA

La palabra alquimia procede del árabe al-kīmiyaˀ (الكيمياء) o al-khīmiyaˀ (الخيمياء), que podría estar formada por el artículo al- y la palabra griega khumeia (χυμεία), que significa ‘echar juntos’, ‘verter juntos’, ‘soldar’, ‘alear’, etcétera (de khumatos, ‘lo que se vierte’, ‘lingote’, o del persa kimia, ‘oro’). Un decreto de Diocleciano, escrito en griego sobre el año 300, ordenaba quemar «los antiguos escritos de los egipcios, que trataban sobre el arte de fabricar oro y plata»1 la khēmia transmutación. La palabra árabe kīmiyaˀ, sin el artículo, ha dado lugar a ‘química’ en castellano y otras lenguas, y al-kīmiyaˀ significa, en árabe moderno, ‘la química’.

Se ha sugerido que la palabra árabe al-kīmiyaˀ significaba en realidad, originariamente, ‘la ciencia egipcia’, tomando prestada del copto la palabra kēme, ‘Egipto’, así alquimia era el 'arte de Keme' (o su equivalente en el dialecto medieval bohaírico del copto, khēme). La palabra copta deriva del demótico kmỉ, y éste a su vez del egipcio antiguo kmt. Esta última palabra designaba tanto al país como al color ‘negro’ (Egipto era la ‘tierra negra’, en contraste con la ‘tierra roja’, el desierto circundante), por lo que esta etimología podría también explicar el apodo de ‘magia negra egipcia’. Sin embargo, esta teoría puede ser sólo un ejemplo de etimología popular.

En la Edad Media se solía usar la expresión ars chimica para aludir a la alquimia.
A veces, se considera a la palabra crisopeya sinónimo de alquimia, pero ésta es mucho más que la mera búsqueda del método para fabricar oro. La palabra crisopeya viene del griego χρυσoσ, ‘oro’, y πoιεω, ‘hacer’. El prefijo criso entra en la formación de palabras en que interviene el oro, como crisoterapia (tratamiento de ciertas enfermedades por medio de sales de oro).

LA ALQUIMIA EN LA HISTORIA 

Extracto y clave de símbolos de un libro sobre alquimia del siglo XVII. Los símbolos usados tienen una correspondencia unívoca con los usados en la astrología de la época.

La alquimia comprende varias tradiciones filosóficas abarcando cerca de cuatro milenios y tres continentes. La general predilección de estas tradiciones por el lenguaje críptico y simbólico hace que resulte difícil trazar sus mutuas influencias y relaciones «genéticas».

Pueden distinguirse al menos dos tendencias principales, que parecen ser ampliamente independientes, al menos en sus primeras etapas: la alquimia china, centrada en China y su zona de influencia cultural, y la alquimia occidental, cuyo centro se desplazó a lo largo del tiempo entre Egipto, Grecia y Roma, el mundo islámico, y finalmente de nuevo Europa. La alquimia china estaba íntimamente relacionada con el taoísmo, mientras que la alquimia occidental desarrolló su propio sistema filosófico, con relaciones sólo superficiales con las principales religiones occidentales. Aún está abierta la cuestión de si estas dos ramas comparten un origen común o hasta qué extremo se influyeron una a la otra.

LA ALQUIMIA EN EL ANTIGUO EGIPTO

El origen de la alquimia occidental puede situarse en el Antiguo Egipto. La metalurgia y el misticismo estaban inexorablemente unidas en el mundo antiguo. La alquimia, la medicina e incluso la magia eran aspectos de la religión en el Antiguo Egipto y, por tanto, del dominio de la clase sacerdotal. Según la tradición egipcia, el faraón Keops fue el más antiguo alquimista y el autor del primer tratado de alquimia.

La alquimia egipcia es conocida principalmente a través de los escritos de antiguos filósofos griegos (helénicos), que a su vez han perdurado a menudo sólo en traducciones islámicas. Prácticamente no se ha conservado ningún documento egipcio original sobre la alquimia. Estos escritos, si existieron, probablemente se perdieron cuando el emperador Diocleciano ordenó la quema de libros alquímicos tras sofocar una revuelta en Alejandría (292), que había sido un centro de alquimia egipcia.

No obstante, recientes expediciones arqueológicas han desenterrado evidencias de análisis químico durante los periodos Naqada. Por ejemplo, una herramienta de cobre fechada en esta época tiene rastros de haber sido usada de esta forma.3 Además, el proceso de curtir pieles animales ya se conocía en el Egipto predinástico en tiempos tan antiguos como el VI milenio a. C.

Otras evidencias indican claramente que los primitivos alquimistas del Antiguo Egipto habían ideado pastas de yeso ya en el 4000 a. C., morteros cimentantes hacia el 2500 a. C. y el vidrio en el 1500 a. C. La reacción química implicada en la producción del óxido de calcio es una de la más antiguas conocidas: CaCO3 + calor ⇒ CaO + CO2 En el Antiguo Egipto se produjeron cosméticos, fayenza y también pez para la construcción naval. El papiro también había sido inventado hacia el 3000 a. C.

La leyenda cuenta que el fundador de la alquimia egipcia fue el dios Tot, llamado Hermes-Tot o Hermes Trimegisto (‘Tres veces grande’) por los griegos. Según la leyenda, escribió los llamados cuarenta y dos Libros del Saber, abarcando todos los campos del conocimiento, alquimia incluida. El símbolo de Hermes era el caduceo o vara con serpientes, que llegó a ser uno de los muchos símbolos principales de la alquimia. La Tabla de Esmeralda o Hermética de Hermes Trimegisto, conocida sólo por traducciones griegas y árabes, es normalmente considerada[cita requerida] la base de la filosofía y práctica alquímicas occidentales, llamada filosofía hermética por sus primeros seguidores.

El primer punto de la Tabla de Esmeralda cuenta el propósito de la ciencia hermética: «en verdad ciertamente y sin duda, todo lo que está abajo es como lo que está arriba, y todo lo que está arriba es como lo que está abajo, para realizar los milagros de una cosa» (Burckhardt, p. 196-7). Ésta es la creencia macrocosmos-microcosmos principal para la filosofía hermética. En otras palabras, el cuerpo humano (el microcosmos) se ve afectado por el mundo exterior (el macrocosmos), que incluye los cielos a través de la astrología y la tierra a través de los elementos, aunque cuando uno logra el dominio sobre el mundo interior, comienza a ser capaz de controlar el mundo exterior de formas poco convencionales (Burckhardt, p. 34-42).

Se ha especulado[cita requerida] con que un acertijo de la Tabla de Esmeralda («fue llevado en el vientre por el viento») alude a la destilación de oxígeno a partir de salitre, un proceso que era desconocido en Europa hasta su (re) descubrimiento por Sendivogius en el siglo XVII.

En el siglo IV a. C., los macedonios grecoparlantes conquistaron Egipto y fundaron la ciudad de Alejandría en 332. Esto los puso en contacto con las ideas egipcias (véase «La alquimia en el mundo griego» más adelante).

ALQUIMIA EN CHINA

La alquimia china está relacionada con el taoísmo, consecuentemente, sus practicantes utilizan conceptos tales como: los Cinco Elementos; el Tao, la relación entre el Yin y el Yang; el Qì; el I Ching; la astrología china; los principios del Feng Shui, la Medicina Tradicional China etc. Mientras la alquimia occidental terminó centrándose en la transmutación de metales corrientes en otros nobles, la alquimia china tuvo una conexión más obvia con la medicina. La piedra filosofal de los alquimistas europeos puede ser comparada con el gran elixir de la inmortalidad perseguido por los alquimistas chinos. Sin embargo, en la visión hermética, estas dos metas no estaban desconectadas y la piedra filosofal era con frecuencia equiparada a la panacea universal. Por tanto, las dos tradiciones pueden haber tenido más en común de lo que inicialmente parece.

La pólvora puede haber sido una importante invención de los alquimistas chinos. Descrita en textos del siglo IX y usada en fuegos artificiales en el siglo X, fue empleada en cañones sobre 1290. Desde China, el uso de la pólvora se extendió a Japón, los mongoles, el mundo árabe y Europa. La pólvora fue usada por los mongoles contra los húngaros en 1241 y en Europa a partir del siglo XIV.

La alquimia china estaba estrechamente relacionada con las formas taoístas de la medicina tradicional china, tales como la acupuntura y la moxibustión, y con artes marciales como el Tai Chi Chuan y el Kung Fu (aunque algunas escuelas de Tai Chi creen que su arte deriva de las ramas filosófica o higiénica del taoísmo, no de la alquímica). De hecho, al principio de la dinastía Song, los seguidores de esta idea taoísta (principalmente la élite y la clase alta) ingerían cinabrio, que, aunque tolerable en bajas dosis, llevó a muchos a la muerte. Creyendo que estas muertes llevaría a la libertad y el acceso a los cielos taoístas, las consiguientes muertes animaron a la gente a evitar esta forma de alquimia en favor de fuentes externas (el antes mencionado Tai Chi Chuan, el dominio del Qi, etcétera).

ALQUIMIA EN LA INDIA

Poco se conoce en Occidente sobre el carácter y la historia de la alquimia india. Un alquimista persa del siglo XI llamado al-Biruni informó que «tienen una ciencia parecida a la alquimia que es bastante característica de ellos, a la que llaman Rasayāna, en persa Rasavātam. Significa el arte de obtener y manipular Rasa, néctar, mercurio, zumo. Este arte está restringido a ciertas operaciones, metales, drogas, compuestos y medicinas, la mayoría de los cuales tienen mercurio como ingrediente principal. Sus principios devuelven la salud a aquellos enfermos que estaban desahuciados y la juventud a los marchitos ancianos.» Sin embargo, sí es seguro que la alquimia india, como toda su ciencia, se centra en lograr el mokṣa: la perfección, la inmortalidad, la liberación. Así, concentra sus esfuerzos en hacer inmortal el cuerpo humano. Son muchas las historias tradicionales de alquimistas aún vivos desde tiempo inmemorial gracias a los efectos de sus experimentos.

Los textos de medicina y ciencia ayurvédica tienen aspectos relacionados con la alquimia, como tener curas para todas las enfermedades conocidas y métodos para tratar a los enfermos mediante la unción de aceites. El mejor ejemplo de texto basado en esta ciencia es el Vaishashik Darshana de Kanada (sobre 600 a. C.), quien describía una teoría atómica cerca de un siglo antes que Demócrito.

Dado que la alquimia terminaría integrada en el vasto campo de la erudición india, las influencias de otras doctrinas metafísicas y filosóficas como el Samkhya, el Yoga, el Vaisheshika y el Ayurveda fueron inevitables. Sin embargo, la mayoría de los textos Rasayāna tienen sus raíces en las escuelas tántricas Kaula relacionadas con las enseñanzas de la personalidad de Matsyendranath.

El Rasayāna era entendido por muy poca gente en aquella época. Dos famosos ejemplos eran Nagarjunacharya y Nityanadhiya. El primero era un monje budista que, en tiempos antiguos, dirigía la gran universidad de Nagarjuna Sagar. Su conocido libro, Rasaratanakaram, es un famoso ejemplo de la antigua medicina india.

En la terminología médica tradicional india rasa se traduce como ‘mercurio’, y se decía que Nagarjunacharya había desarrollado un método para convertirlo en oro. La mayoría de sus obras originales se han perdido, pero sus enseñanzas tienen aún una fuerte influencia en la medicina tradicional india (Āyurveda).

ALQUIMIA EN EL MUNDO GRIEGO

La ciudad griega de Alejandría en Egipto era un centro de saber alquímico que retuvo su preeminencia durante la mayor parte de las eras griega y romana. Los griegos se apropiaron de las creencias herméticas egipcias y las unieron con las filosofías pitagórica, jonista y gnóstica. La filosofía pitagórica es, esencialmente, la creencia en que los números gobiernan el universo, surgida de las observaciones del sonido, las estrellas y formas geométricas como los triángulos o cualquiera de la que pueda derivarse una razón. El pensamiento jonista se basaba en la creencia en que el universo podía ser explicado mediante la concentración en los fenómenos naturales; se cree que esta filosofía fue iniciada por Tales de Mileto y su pupilo Anaximandro y posteriormente desarrollada por Platón y Aristóteles, cuyas obras llegaron a ser una parte integral de la alquimia. Según esta creencia, el universo puede ser descrito por unas pocas leyes unificadas que pueden determinarse sólo mediante cuidadosas, minuciosas y arduas exploraciones filosóficas. El tercer componente introducido a la filosofía hermética por los griegos fue el gnosticismo, una creencia, extendida en el Imperio romano cristiano, en que el mundo es imperfecto porque fue creado de manera imperfecta y que el aprendizaje sobre la naturaleza de la sustancia espiritual llevaría a la salvación. Incluso creían que Dios no «creó» el universo en el sentido clásico, sino que el universo fue creado «de» él pero se corrompió en el proceso (en lugar de corromperse por las transgresiones de Adán y Eva, es decir, por el pecado original). Según las creencias gnósticas, al adorar el cosmos, la naturaleza o las criaturas del mundo, uno adora al Dios Verdadero. Muchas sectas gnósticas sostenían incluso que la deidad bíblica sería mala y debía ser vista como una emanación caída del Elevado Dios a quien buscaban adorar y unirse. Sin embargo, el aspecto del dios abrahámico como ser malvado no jugó en realidad papel alguno en la alquimia, pero el aspecto del ascenso al Elevado Dios probablemente tuvo mucha influencia. Las teorías platónicas y neoplatónicas sobre los universales y la omnipotencia de Dios también fueron absorbidas (sus principales creencias ven el aspecto físico del mundo como imperfecto y creen en Dios como una mente cósmica trascendente).

Un concepto muy importante introducido en esta época, concebido por Empédocles y desarrollado por Aristóteles, fue que todas las cosas del universo estaban formadas por sólo cuatro elementos: tierra, aire, agua y fuego. Según Aristóteles, cada elemento tenía una esfera a la que pertenecía y a la que regresaría si se le dejaba intacto (Lindsay, p. 16).

Los cuatro elementos de los griegos eran aspectos mayoritariamente cualitativos de la materia y no cuantitativos como lo son nuestros elementos modernos. «... La auténtica alquimia nunca trató la tierra, el aire, el agua y el fuego como sustancias corpóreas o químicas en el sentido actual de la palabra. Los cuatro elementos era simplemente las cualidades primarias y más generales por medio de las cuales la sustancia amorfa y puramente cuantitativa de todos los cuerpos se presentaba primero en una forma diferenciada.» (Hitchcock, p. 66) Alquimistas posteriores desarrollaron extensivamente los aspectos místicos de este concepto.

ALQUIMIA EN EL IMPERIO ROMANO

Los romanos adoptaron la alquimia y la metafísica griegas, al igual que adoptaron gran parte de su conocimiento y filosofía. Al final del Imperio romano la filosofía alquímica se había unido a las filosofías de los egipcios creando el culto del hermetismo (Lindsay).

Sin embargo, del desarrollo del cristianismo en el Imperio trajo una línea opuesta de pensamiento, proveniente de Agustín de Hipona (354-430), un filósofo cristiano temprano que escribió sobre sus creencias poco antes de la caída del Imperio romano. En esencia, Agustín sentía que la razón y la fe podían ser usadas para entender a Dios, pero que la filosofía experimental era nociva: «Hay también presente en el alma, por los medios de estos mismos sentidos corporales, una especie de vacío anhelo y curiosidad que pretende no conseguir el placer de la carne sino adquirir experiencia a través de ésta, y esta vacía curiosidad se dignifica con los nombres de conocimiento y ciencia.» (Agustín, p. 245)

Las ideas agustinianas eran decididamente antiexperimentales, si bien las técnicas experimentales aristotélicas no fueron rechazadas cuando estuvieron disponibles en Occidente. Aun así, el pensamiento agustiniano tuvo fuerte arraigo en la sociedad medieval y se usó para mostrar la alquimia como contraria a Dios.

Buena parte del saber alquímico romano, como el de los griegos y los egipcios, se ha perdido. En Alejandría, el centro de los estudios alquímicos en el Imperio romano, el arte era principalmente oral y en interés del secreto poco se confiaba al papel. (De ahí el uso de «hermético» para indicar ‘reservado’.) (Lindsay, p. 155) Es posible que alguna obra fuese escrita en Alejandría y que subsecuentemente se perdiese o quemase en los turbulentos periodos siguientes.

ALQUIMIA EN EL MUNDO ISLAMICO

Tras la caída del Imperio romano, el foco de desarrollo alquímico se trasladó al mundo islámico. Se sabe mucho más sobre la alquimia islámica porque fue documentada mejor: de hecho, la mayoría de los primeros escritos que han sobrevivido el paso de los años lo han hecho como traducciones islámicas (Burckhardt p. 46).
El mundo islámico fue un crisol para la alquimia. El pensamiento platónico y aristotélico, que ya había sido en cierta medida incluido en la ciencia hermética, continuó siendo asimilado. Alquimistas islámicos como al-Razi (en latín Rasis) y Jabir ibn Hayyan (en latín Geber) aportaron descubrimientos químicos clave propios, tales como la técnica de la destilación (las palabras alambique y alcohol son de origen árabe), los ácidos muriático (clorhídrico), sulfúrico y nítrico, la sosa, la potasa y más. (De los nombres árabes para estas dos últimas sustancias, al-natrun y al-qalīy, latinizados como Natrium y Kalium, proceden los símbolos modernos del sodio y el potasio.) El descubrimiento de que el agua regia, una mezcla de ácido nítrico y clorhídrico, podía disolver el metal más noble —el oro— habría de avivar la imaginación de alquimistas durante el siguiente milenio.

Los filósofos islámicos también hicieron grandes contribuciones al hermetismo alquímico. El autor más influyente en este aspecto posiblemente fuera Abu Musa Jabir ibn Hayyan (en árabe جابر إبن حيان, en latín Geberus, normalmente escrito en castellano como Geber). El objetivo primordial de Jabir era la takwin, la creación artificial de vida en el laboratorio alquímico, hasta e incluyendo la vida humana. Jabir analizó cada elemento aristotélico en términos de las cuatro cualidades básicas de calor, frío, sequedad y humedad (Burkhardt, p. 29). De acuerdo con él, en cada metal dos de estas cualidades eran interiores y dos exteriores. Por ejemplo, el plomo era externamente frío y seco, mientras que el oro era caliente y húmedo. De esta forma, teorizaba Jabir, reordenando las cualidades de un metal, podía obtenerse uno diferente (Burckhardt, p. 29). Con este razonamiento, la búsqueda de la piedra filosofal fue introducida en la alquimia occidental. Jabir desarrolló una elaborada numerología mediante la que las iniciales del nombre de una sustancia en árabe, cuando se les aplicaban varias transformaciones, mantenían correspondencias con las propiedades físicas del elemento.

ALQUIMIA EN LA EUROPA MEDIEVAL

Debido a sus fuertes conexiones con las culturas griega y romana, la alquimia fue bastante fácilmente aceptada por la filosofía cristiana y los alquimistas medievales europeos absorbieron extensivamente el conocimiento alquímico islámico. Gerberto de Aurillac (fallecido en 1003), quien más tarde se convertiría en el Papa Silvestre II, fue uno de los primeros en llevar la ciencia islámica a Europa desde España. Más tarde, hombres como Abelardo de Bath, quien vivió en el siglo XII, trajeron enseñanzas adicionales. Pero hasta el siglo XIII los movimientos fueron principalmente asimilativos (Hollister p. 124, 294).

En este periodo aparecieron algunas desviaciones de los principios agustinianos de los primeros pensadores cristianos. San Anselmo (1033–1109) fue un benedictino que creía que la fe debe preceder a la razón, como Agustín y la mayoría de los teólogos anteriores a él había creído, aunque él añadió la opinión de que la fe y la razón eran compatibles y fomentó este último en un contexto cristiano. Sus puntos de vista sentaron las bases para la explosión filosófica que habría de ocurrir. Pedro Abelardo continuó el trabajo de Anselmo, preparando los cimientos para la aceptación del pensamiento aristotélico antes de que las primeras obras de Aristóteles alcanzasen Occidente. Su principal influencia en la alquimia fue su creencia en que los universales platónicos no tenían una existencia separada fuera de la consciencia del hombre. Abelardo también sistematizó el análisis de las contradicciones filosóficas (Hollister, p. 287-8).

Robert Grosseteste (1170–1253) fue un pionero de la teoría científica que posteriormente sería usada y refinada por los alquimistas. Grosseteste tomó los métodos de análisis de Abelardo y añadió el uso de observaciones, experimentación y conclusiones al realizar evaluaciones científicas. También trabajó mucho para tender en puente entre el pensamiento platónico y el aristotélico (Hollister, p. 294-5).

Alberto Magno (1193–1280) y Tomás de Aquino (1225–1274) fueron dos dominicos que estudiaron a Aristóteles y trabajaron en la reconciliación de las diferencias entre la filosofía y el cristianismo. Tomás de Aquino también trabajó intensamente en desarrollar el método científico. Incluso fue tan lejos como para afirmar que los universales podrían ser descubiertos sólo mediante el razonamiento lógico y, como la razón no puede oponerse a Dios, debe por tanto ser compatible con la teología (Hollister p. 290-4, 255). Esto contradecía la comúnmente aceptada creencia platónica en que los universales se encontraban sólo mediante iluminación divina. Ambos estuvieron entre los primeros en emprender el examen de la teoría alquímica y ellos mismos podrían ser considerados alquimistas, excepto por el hecho de que hicieron poco en cuanto a la experimentación.

El primer alquimista auténtico en la Europa medieval fue Roger Bacon. Su obra supuso tanto para la alquimia como la de Robert Boyle para la química y la de Galileo Galilei para la astronomía y la física. Bacon (1214–1294) era un franciscano de Oxford que estudió la óptica y los lenguajes además de la alquimia. Los ideales franciscanos de conquistar el mundo en lugar de rechazarlo le llevaron a su convicción de que la experimentación era más importante que el razonamiento: «De las tres formas en las que los hombres piensan que adquieren conocimiento de las cosas: autoridad, razonamiento y experiencia, sólo la última es efectiva y capaz de llevar de paz al intelecto.» (Bacon p. 367) «La ciencia experimental controla las conclusiones de todas las otras ciencias. Revela verdades que el razonamiento de los principios generales nunca habrían descubierto.» (Hollister p. 294-5) A Roger Bacon también se le ha atribuido el inicio de la búsqueda de la piedra filosofal y del elixir de la vida: «Esa medicina que eliminará todas las impurezas y corrupciones de los metales menores también, en opinión de los sabios, quitará tanto de la corruptibilidad del cuerpo que la vida humana podrá ser prolongada durante muchos siglos.» La idea de la inmortalidad fue reemplazada por la noción de la longevidad: después de todo, el tiempo que el hombre pasa en la Tierra era simplemente para esperar y prepararse para la inmortalidad en el mundo de Dios. La inmortalidad en la Tierra no encajaba con la teología cristiana (Edwards p. 37-8).

Bacon no fue el único alquimista de esta época pero sí el más importante. Sus obras fueron usadas por incontables alquimistas entre los siglos XV y XIX. Otros alquimistas de su misma época compartieron diversos rasgos. Primero, y más obviamente, casi todos fueron miembros del clero. Esto se debía simplemente a que poca gente fuera de las escuelas parroquiales tenía la educación necesaria para examinar las obras derivadas del árabe. Además, la alquimia en esta época era autorizada por la iglesia como un buen método de explorar y desarrollar la teología. La alquimia era interesante para la amplia variedad de clérigos porque ofrecía una visión racionalista del universo donde los hombres apenas estaban empezando a aprender sobre el racionalismo (Edwards p. 24-7).

Así que hacia finales del siglo XIII, la alquimia se había desarrollado hasta un sistema de creencias bastante estructurado. Los adeptos creían en la teorías de Hermes sobre el macrocosmos-microcosmos, es decir, creían que los procesos que afectan a los minerales y otras sustancias podían tener un efecto en el cuerpo humano (por ejemplo, si uno aprendiese el secreto de purificar oro, podría usar la misma técnica para purificar el alma humana). Creían en los cuatro elementos y las cuatro cualidades anteriormente descritas y tenían una fuerte tradición de esconder sus ideas escritas en un laberinto de jerga codificada lleno de trampas para despistar a los no iniciados. Por último, los alquimistas practicaban su arte: experimentaban activamente con sustancias químicas y hacían observaciones y teorías sobre cómo funcionaba el universo. Toda su filosofía giraba en torno a su creencia en que el alma del hombre estaba dividida dentro de él tras la caída de Adán. Purificando las dos parte del alma del hombre, éste podría reunirse con Dios (Burckhardt p. 149).

En el siglo XIV, estos puntos de vista sufrieron un cambio importante. Guillermo de Ockham, un franciscano de Oxford que murió en 1349, atacó la visión tomista de la compatibilidad entre la fe y la razón. Su opinión, hoy ampliamente aceptada, era que Dios debe ser aceptado sólo con la fe, pues Él no podía ser limitado por la razón humana. Por supuesto este punto de vista no era incorrecto si uno aceptaba el postulado de un Dios ilimitado frente a la limitada capacidad humana para razonar, pero eliminó virtualmente a la alquimia como práctica aceptada en los siglos XIV y XV (Hollister p. 335). El papa Juan XXII publicó en el año 1317 un edicto contra la alquimia (Spondet quas non exhibent), que efectivamente retiró a todos los miembros de la iglesia de la práctica del arte (Edwards, p.49). No obstante, se cree que este mismo papa estuvo interesado en el estudio alquímico y que también escribió un tratado titulado Ars transmutatoria4 en el que narraba cómo fabricó 200 barras de oro de un quintal. Los cambios climáticos, la peste negra y el incremento de guerras y hambrunas que caracterizaron a este siglo sirvieron también sin duda de obstáculo al ejercicio filosófico en general.
Nicolas Flamel tenía estos misteriosos símbolos alquímicos grabados en su tumba en la iglesia de los Santos Inocentes de París.

La alquimia se mantuvo viva gracias a hombres como Nicolas Flamel, digno de mención sólo porque fue uno de los pocos alquimistas que escribieron en estos tiempos difíciles. Flamel vivió entre 1330 y 1417 y serviría como arquetipo a la siguiente fase de la alquimia. No fue un investigador religioso como muchos de sus predecesores y todo su interés por el arte giraba en torno a la búsqueda de la piedra filosofal, que se dice que halló. Sus obras dedican gran cantidad de espacio a describir procesos y reacciones, pero nunca llegan realmente a dar la fórmula para conseguir las transmutaciones. La mayoría de su obra estaba dedicada a recoger el saber alquímico anterior a él, especialmente en lo relacionado a la piedra filosofal (Burckhardt p. 170-181).

Durante la baja Edad Media (1300–1500) los alquimistas fueron muy parecidos a Flamel: se concentraron en la búsqueda de la piedra filosofal y el elixir de la juventud, que ahora se creía que eran cosas separadas. Sus alusiones crípticas y su simbolismo llevaron a grandes variaciones en la interpretación del arte. Por ejemplo, muchos alquimistas durante este periodo interpretaban que la purificación del alma significaba la transmutación del plomo en oro (en la que creían que el mercurio desempeñaba un papel crucial). Estos hombres eran considerados magos y hechiceros por muchos y fueron con frecuencia perseguidos por sus prácticas (Edwards p. 50-75; Norton p. lxiii-lxvii).

Uno de estos hombres que surgió a principios del siglo XVI se llamaba Heinrich Cornelius Agrippa. Este alquimista creía ser un mago y poder invocar espíritus. Su influencia fue insignificante pero, como Flamel, elaboró escritos a los que se refirieron alquimistas de años posteriores. De nuevo como Flamel, hizo bastante por cambiar la alquimia de una filosofía mística a una magia ocultista. Mantuvo vivas las filosofías de alquimistas anteriores, incluyendo la ciencia experimental, la numerología, etcétera, pero añadió la teoría mágica, lo que reforzó la idea de la alquimia como creencia ocultista. A pesar de todo esto, Agrippa se consideraba a sí mismo cristiano, si bien sus opiniones entraron con frecuencia en conflicto con la Iglesia (Edwards p. 56-9; Wilson p. 23-9).

ALQUIMIA EN LA ERA MODERNA Y EL RENACIMIENTO

La alquimia europea continuó por esta misma senda hasta los albores del Renacimiento. Esta época vio también un florecimiento de los estafadores que usaban trucos químicos y juegos de manos para «demostrar» la transmutación de metales comunes en oro o que afirmaban poseer el conocimiento del secreto que (con una «pequeña» inversión inicial) llevaría con toda seguridad a ello.

El nombre más importante de este periodo es Paracelso (1493–1541), quien dio a la alquimia una nueva forma, rechazando parte del ocultismo que había acumulado a lo largo de los años y promoviendo el uso de observaciones y experimentos para aprender sobre el cuerpo humano. Paracelso rechazó las tradiciones gnósticas pero mantuvo mucho de las filosofías hermética, neoplatónica y pitagórica; sin embargo, la ciencia hermética tenía tanta teoría aristotélica que su rechazo del gnosticismo era prácticamente insignificante. En particular, rechazó las teorías mágicas de Flamel y Agrippa. Paracelso no se veía a sí mismo como un mago y desdeñaba a quienes lo hacían (Williams p.239-45).

Paracelso fue pionero en el uso de compuestos químicos y minerales en medicina. Escribió que «Muchos han dicho que la alquimia es para fabricar oro y plata. Para mí no es tal el propósito, sino considerar sólo la virtud y el poder que puede haber en las medicinas.» (Edwards, p.47) Sus puntos de vista herméticos eran que la enfermedad y la salud del cuerpo dependían de la armonía del hombre (el microcosmos) y la naturaleza (el macrocosmo). Paracelso dio un enfoque diferente al de sus predecesores, usando esta analogía no como referencia a la purificación del alma sino a que los humanos deben mantener ciertos equilibrios de minerales en sus cuerpos y que para ciertas enfermedades de éstos había remedios químicos que podían curarlas (Debus y Multhauf, p. 6-12). Mientras sus intentos de tratar enfermedades con remedios tales como el mercurio podrían parecer contraproducentes desde un punto de vista moderno, su idea básica de medicinas producidas químicamente ha permanecido vigente sorprendentemente bien.
Alchemik Michał Sędziwój, óleo sobre tabla de Jan Matejko, 73×130 cm, Museo de Artes de Łódź.

En Inglaterra la alquimia en esta época se asocia frecuentemente con John Dee (1527–1608), más conocido por sus facetas de astrólogo, criptógrafo y «consultor científico» general de la reina Isabel I. Dee era considerado una autoridad en la obra de Roger Bacon y estuvo lo suficientemente interesado en la alquimia como para escribir un libro sobre ella (Monas Hieroglyphica, 1564), influenciado por la cábala. El socio de Dee, Edward Kelley —quien afirmaba conversar con ángeles a través de una bola de cristal y poseer un polvo que transformaría el mercurio en oro—, puede haber sido la fuente de la imagen popular del alquimista-charlatán.

Un alquimista menos conocido de esta época es Miguel Sendivogius (1566–1636), filósofo, médico y pionero de la química polaco. Según algunas fuentes, destiló oxígeno en el laboratorio sobre 1600, 170 años antes que Scheele y Priestley, calentando salitre. Pensaba que el gas resultante era «el elixir de la vida». Poco después de descubrir este método, se cree que Sendivogius enseñó su técnica a Cornelius Drebbel, quien en 1621 le daría aplicación práctica en un submarino.

Tycho Brahe (1546–1601), más conocido por sus investigaciones astronómicas y astrológicas, era también un alquimista. Tuvo un laboratorio expresamente construido para este fin en Uraniborg, su observatorio e instituto de investigación.

DECLIVE DE LA ALQUIMIA OCCIDENTAL

La desaparición de la alquimia occidental se debió al auge de la ciencia moderna con su énfasis en la rigurosa experimentación cuantitativa y su desdén hacia la «sabiduría antigua». Aunque las semillas de estos sucesos fueron plantadas ya en el siglo XVII, la alquimia aún prosperó durante unos doscientos años, y de hecho puede que alcanzase su apogeo en el siglo XVIII. Tan tarde como en 1781 James Price afirmó haber producido un polvo que podía transmutar el mercurio en plata u oro. Igualmente otro alquimista conocido era el arzobispo húngaro Jorge Lippay (1600 – 1666), quien realizó varias investigaciones para el emperador germánico Leopoldo I de Habsburgo, entusiasta creyente de la teoría de la creación del oro.

Robert Boyle (1627–1691), más conocido por sus estudios sobre los gases (véase la ley de Boyle), fue uno de los pioneros del método científico en las investigaciones químicas. Boyle no asumía nada en sus experimentos y recopilaba todos los datos relevantes: en un experimento típico anotaba el lugar en el que se efectuaba, las características del viento, las posiciones del sol y la luna y la lectura barométrica, por si luego resultasen ser relevantes (Pilkington p. 11). Este enfoque terminó llevando a la fundación de la química moderna en los siglos XVIII y XIX, basada en los revolucionarios descubrimientos de Lavoisier y John Dalton, que finalmente proporcionaron un marco de trabajo lógico, cuantitativo y fiable para entender las transmutaciones de la materia, revelando la futilidad de las tradicionales metas alquímicas tales como la piedra filosofal.

Mientras tanto, la alquimia paracélsica llevó al desarrollo de la medicina moderna. Los experimentalistas descubrieron gradualmente los mecanismos del cuerpo humano, tales como la circulación de la sangre (Harvey, 1616), y finalmente localizaron el origen de muchas enfermedades en las infecciones con gérmenes (Koch y Pasteur, siglo XIX) o la falta de nutrientes y vitaminas naturales (Lind, Eijkman, Funk et al.). Apoyada en el desarrollo paralelo de la química orgánica, la nueva ciencia desplazó fácilmente a la alquimia en sus aplicaciones médicas, interpretativas y prescriptivas, mientras apagaba sus esperanzas en elixires milagrosos y mostraba la inefectividad e incluso toxicidad de sus remedios.

De esta forma, a medida que la ciencia siguió descubriendo y racionalizando continuamente los mecanismos del universo, fundada en su propia metafísica materialista, la alquimia fue quedando despojada de sus conexiones química y médica, pero incurablemente sujeta a ellas. Reducida a un sistema filosófico arcano, pobremente relacionada con el mundo material, la alquimia sufrió el destino común a otras disciplinas esotéricas tales como la astrología y la cábala: excluida de los estudios universitarios, rechazada por sus antiguos mecenas, relegada al ostracismo por los científicos y considerada habitualmente como el epítome de la charlatanería y la superstición. Sin embargo, los rosacruces y francmasones siempre han estado interesados en la alquimia y su simbolismo. Una gran colección de libros sobre alquimia se guarda en la Bibliotheca Philosophica Hermetica de Ámsterdam.

Estos avances podrían ser interpretados como parte de una reacción más amplia del intelectualismo europeo contra el movimiento romántico del siglo anterior.

ALQUIMIA MODERNA

En la época actual se han realizado progresos para alcanzar las metas de la alquimia usando métodos diferentes a los de la alquimia tradicional. Estos avances pueden en ocasiones ser llamados «alquimia» por razones retóricas.

Podría decirse que el objetivo de la investigación en inteligencia artificial es precisamente crear una vida desde cero, y los filosóficamente opuestos a la posibilidad de la IA la han comparado con la alquimia, como Herbert y Stuart Dreyfus en su ensayo de 1960 Alquimia e IA (Alchemy and AI). Sin embargo, debido a que el objetivo específico de la alquimia es la transmutación humana más que la creación de vida desde cero, la investigación genética, especialmente el ayuste, estaría más cerca de la misma.

TRASMUTACION NUCLEAR

En 1919 Ernest Rutherford usó la desintegración artificial para convertir nitrógeno en oxígeno. Este proceso o transmutación ha sido posteriormente realizado a escala comercial mediante el bombardeo de núcleos atómicos con partículas de alta energía en aceleradores de partículas y reactores nucleares.

La idea de convertir plomo en oro no es del todo incorrecta ya que, teóricamente, bastaría extraer 3 protones de un átomo de plomo (82 protones) para obtener otro pero de oro (79 protones).5 De hecho, en 1980 Glenn T. Seaborg transmutó plomo en oro, solo que el oro resultante apenas dura unos segundos por su inestabilidad atómica y la cantidad obtenida es tan microscópica que hace impensable su rentabilidad.

AFIRMACIONES DE TRANSMUTACIONES NO VERIFICADAS

En 1964 George Ohsawa y Michio Kushi, basándose en una de las primeras afirmaciones de Corentin Louis Kervran, informaron haber logrado transmutar sodio en potasio usando un arco eléctrico, y más tarde carbono y oxígeno en hierro[cita requerida]. En 1994, R. Sundaresan y J. Bockris informaron haber observado reacciones de fusión en descargas eléctricas entre barras de carbono sumergidas en agua. Sin embargo, ninguna de estas afirmaciones ha sido reproducida por otros científicos y la idea está en la actualidad ampliamente desacreditada.

PSICOLOGIA ANALITICA

El psiquiatra suizo Carl Gustav Jung inició su contacto con la alquimia desde un claro desinterés: «La alquimia me parecía una cosa afectada y ridícula». Su opinión cambiaría radicalmente en 1928 a raíz del comentario solicitado por parte del sinólogo Richard Wilhelm sobre la traducción de las ocho primeras secciones de un tratado de alquimia fisiológica china del siglo XIII: El secreto de la Flor de Oro, libro budista con base taoísta. El inicio de su contacto con la alquimia se vio por lo tanto determinado al contemplar en la obra las bases del proceso de individuación, así como un centro procesual al que denominó posteriormente sí-mismo. Necesitó diez años para elaborar un diccionario de referencias cruzadas con el fin de poder entender los significados incluidos en los textos alquímicos, así como quince años para disponer de una biblioteca semejante a las de sus sueños.

Jung vio la alquimia como una proto-psicología occidental dedicada al logro de la individuación. En su interpretación, la alquimia era el recipiente en el que el gnosticismo sobrevivió sus diversas purgas en el Renacimiento. En este sentido, Jung veía la alquimia como comparable al yoga en occidente. También interpretaba los textos alquímicos chinos en términos de su psicología analítica como medios para la individuación. Jung sostiene en su obra Psicología y alquimia (1944) que los fenómenos observables de lo inconsciente, tales como los sueños, contienen elementos simbólicos que también se pueden hallar en la simbología alquímica. Además, dedica un análisis al paralelismo entre los conceptos de la llamada piedra filosofal, por un lado, y la figura de Cristo, por otro. Ilustró a través de las figuras del Rosarium philosophorum aquellos fenómenos transferenciales acaecidos en el proceso de individuación en su trabajo La psicología de la transferencia (1946). Finalmente, en su obra Mysterium coniunctionis (1955-1956), configura la culminación de la confrontación entre la alquimia y la psicología analítica. Como tercera parte de dicha obra se incluirá editado y comentado por Marie-Louise von Franz el Aurora consurgens.

A todo ello no hay que olvidar la importancia que revistieron para el acceso de Jung a la esencia de la alquimia diversas figuras históricas relevantes, como son María la Judía, Zósimo de Panópolis o Paracelso.

HISTORIA:OTRAS FUENTES

En la ámbito que nos ocupa, es decir, el idealista, se sostiene que el fundador de la alquimia fue Hermes Trimegisto “el tres veces grande y sabio”, nombre griego del dios egipcio y legendario Adepto Thoth, denominado “el padre de todo conocimiento”. También se afirma que el dios Thoth enseñó a los egipcios los principios de la alquimia, con cuya ciencia pudieron trabajar como artesanos. Todos los conocimientos aparentemente acumulados por los seguidores de Hermes-Thoth sobre aleaciones y coloraciones de metales fueron compilados por Bolos de Mendes en un tratado del siglo II ANE. Este libro es considerado el punto de partida de la alquimia occidental.

La alquimia china, la otra gran tradición alquímica, apareció en los siglos IV y III ANE., es decir, en las mismas fechas que tomó cuerpo la alquimia occidental, aunque los alquimistas chinos especularon más sobre las generaciones y transmutaciones cíclicas de la madera, el fuego, la tierra, el metal y el agua. Más tarde, la alquimia china, ya unida al taoísmo, se centró en un remedio que fuera capaz de curar todos los males y de conceder la inmortalidad. Sus estudios dieron prioridad entonces a la búsqueda de la famosa piedra filosofal, como principio del elixir de la inmortalidad y la transmutación del cinabrio (sulfuro de mercurio) en oro.

Retomando el hilo de la historia de la alquimia occidental, nos encontramos con destacados alquimistas alejandrinos de la talla de Zósimo de Panápolis (siglo IV de NE), alquimistas árabes y alquimistas cristianos. Zósimo de Panápolis fue un gran Adepto y su obra Recuerdos auténticos así lo demuestra. Los alquimistas árabes, por su parte, resultaron el nexo de unión entre los alquimistas de la antigüedad y los medievales, destacando el árabe Jabir Ibn Hayyan el Sufí, el célebre Geber en el mundo cristiano, que introdujo la dualidad mercurio-azufre, y el persa Al Razi, volcado hacia la alquimia práctica. Y los alquimistas cristianos, por último, representaron en cierta forma la culminación de la evolución de la alquimia. Los de mayor renombre fueron San Alberto Magno, el patrón de los químicos, que vivió entre los siglos XII y XIII y que logró preparar la potasa cáustica y descubrió la combinación química de los minerales cinabrio, cerusita y minio; Roger Bacon (siglo XIII), el cual dejó tratados de interés; Ramón Llull (siglo XIII-XIV), quien preparó el bicarbonato de sosa; y Arnau de Vilanova, Adepto de la misma época. En el siglo XIV, también destacaron Nicolás Flamel, Petrus Bonus y Bernardo de Treviso, el conde Bernardo de un pequeño estado italiano desaparecido. En el siglo XV, tomaron el relevo George Ripley, Isaac el Holandés y el español Enrique de Villena. En el siglo XVI, aparecieron Basilio Valentín y el famoso Paracelso. Y, finalmente, en el siglo XVII, sobresalieron Alexander Seton “el cosmopolita”, Michael Sendivogius “el Hermes alemán”, el holandés Helvetius y el filósofo Spinoza. Parece ser que Helvetius realizó una demostración de transmutación real.

La masonería operativa del medioevo que construyó las catedrales góticas, compuesta por canteros albañiles expertos en el trabajo de la piedra, de igual forma estuvo estrechamente relacionada con la alquimia. Los masones operativos nos dejaron un legado de su sabiduría alquímica en las proporciones y el simbolismo de las catedrales góticas. En este sentido, la catedral gótica de Notre Dame de París es un magnífico ejemplo. Incluso, se sabe que los alquimistas del siglo XIV se reunían en ella todas las semanas, y que allí, bajo los colores y símbolos alquímicos, exponían el resultado de sus trabajos orientados hacia la Gran Obra, es decir, la transformación por medio del trabajo alquímico. La masonería moderna o especulativa, que tomó forma en Londres en 1717, perdió buena parte de la sabiduría alquímica de la masonería operativa, por no comprender y suprimir en parte lo que les fue transmitido de manera irregular. Conviene recordar que la masonería moderna fue fundada por pastores protestantes que eran profanos. A raíz de esa situación irregular, otras Obediencias u órdenes masónicas en fechas posteriores intentaron recuperar la verdadera tradición masónica.
Así, el 1 de mayo de 1776, el catedrático alemán Adam Weishaupt fundó los Illuminati de Baviera, con el ánimo de conducir a los miembros y a la sociedad a un estado más elevado. Weishaupt, que había sido iniciado en los Misterios, creía que los masones “ignoraban el significado oculto de la masonería y que no sabían nada de su simbolismo”, según nos cuenta el experto Michael Howard en La conspiración oculta (EDAF, 1990); Weishaupt también conocía la importancia de la alquimia entre los masones operativos. En el Rito masónico que elaboró junto a Adolf von Knigge, y hablamos del Rito de los Iluminados de Baviera de trece grados de iniciación, los rastros de la alquimia son innegables. Una de las iniciaciones de los altos grados de los Illuminati bávaros conducía al candidato a una sala donde habían símbolos tradicionales de la realeza: un cetro, una espada y una corona. Luego el candidato era introducido en una cámara negra, en la que había un altar negro, con una cruz y un gorro frigio rojo similar a los utilizados en los Misterios mitraicos. Entonces se le entregaba al candidato el gorro frigio rojo, diciéndole: “Ponte esto, pues significa más que la corona de los reyes”. El ritual no sólo era similar a la iniciación en los Misterios mitraicos, sino que se entroncaba con la alquimia de los masones operativos.

En la catedral de Notre Dame de París, sin ir más lejos, hay una escalera de caracol que conduce a las partes altas del edificio. Al llegar al eje medial del majestuoso edificio, se percibe en el ángulo entrante de la torre septentrional el relieve de un gran anciano de piedra, el Adepto de Notre Dame, el cual aparece tocado con un gorro frigio. El gorro frigio, por supuesto rojo, simboliza en este caso y en el de la iniciación de los Illuminati, la última fase alquímica, la Obra al Rojo, momento en el que el iniciado se transforma en el andrógino alquímico, en el andrógino divino, en el propio dios de la Luz. La frase del ritual de los Illuminati de Baviera, presente además en el Rito Operativo de Los Iluminados de Baviera, “ponte esto, pues significa más que la corona de los reyes”, tiene pleno sentido.

Por otra parte, en esas mismas fechas, otro verdadero iniciado, el Conde Alessandro de Cagliostro, creó la Masonería Egipcia. Cagliostro no tiene que ser identificado con el mistificador Giuseppe Bálsamo, el palermitano alistado por los jesuitas para personificar y echar el descrédito sobre el verdadero Conde de Cagliostro. El objetivo principal de dicha masonería fue retornar la masonería moderna o especulativa en masonería operativa, rindiendo culto respetuoso a la alquimia. Para ello, Cagliostro utilizó operaciones alquímicas.

Finalmente, la historia de la alquimia se completa con la última generación de alquimistas, divididos entre los que se estructuran en órdenes, Ritos y Sistemas de la Tradición Occidental y los que siguen una línea más independiente, como fue el caso del Adepto Fulcanelli, autor de las obras El Misterio de las Catedrales (Plaza y Janés, 1968) y Las Moradas Filosofales (Plaza y Janés, 5ª Edición, 1977).

Una tarde de 1937, Jacques Bergier, coautor de El Retorno de los Brujos (Plaza y Janés, 1967) junto a Louis Pauwels, creyó tener delante de él a Fulcanelli. Y parece ser que el Adepto le dio la clave de la alquimia, clave que el Rojismo, la Orden Illuminati, la Societas OTO... abraza en los grados superiores antes de evolucionar a su fase materialista, al decirle: “Lo esencial no es la transmutación de los metales, sino la del propio experimentador. Es un secreto antiguo que varios hombres encontrarán todos los siglos”.

¿qué es la alquimia?

El postulado fundamental de la alquimia consiste en la existencia de una “piedra”, la piedra filosofal, con la cual los metales impuros o viles (plomo, zinc, cobre, hierro, mercurio), a través de diversas fases y operaciones alquímicas, se transforman en metales preciosos (plata, y sobretodo oro). Esta “piedra” según dicen puede ser también líquida, por lo que se convierte en el “elixir de vida”. Los adeptos de la alquimia establecen un paralelismo entre el mencionado proceso y la transformación del operador. Las fases y operaciones alquímicas repercuten en éste, ya que pasa por ellas a nivel interno y se transforma en última instancia en el andrógino alquímico, en el andrógino divino, en el dios de la Luz. El alquimista que culmina las fases y operaciones alquímicas ya es un Adepto, porque se ha transformado, uniéndose a dios y siendo dios. Angelicus Silesius afirma: “El plomo se cambia en oro. El azar se disipa cuando, con dios, soy cambiado por dios en dios”.

En la alquimia occidental, los elementos de la Gran Obra, en principio, son el azufre, el mercurio y la sal. La sal simboliza el cuerpo físico, el azufre el alma y el mercurio el espíritu. El atanor, como horno de fusión, es el propio cuerpo del operador, mientras que el crisol resulta el embrión. El mercurio, además, simboliza lo fluido, dinámico, femenino, dual… Y el azufre también simboliza lo fijo, estable y masculino. La sal es el moderador y estabilizador de ambas tendencias. Cuando se completan las fases y operaciones alquímicas, la Sal de los filósofos aparece como unión de los dos principios y es entonces cuando el alquimista ya se convierte en Adepto, al transformarse en el andrógino alquímico, que simboliza la unión de los opuestos.

En los Ritos de la Orden Illuminati y la Societas OTO, es decir, del Rojismo, el iniciado pasa por diversos grados, asociados a fases alquímicas, para alcanzar finalmente la fase alquímica Obra al Rojo, que es cuando se transforma en el andrógino alquímico. Aunque no opera con los instrumentos de la alquimia, ésta se encuentra presente a nivel operativo en el yoga como vía de iniciación básica y en el tantrismo y la cábala de los altos grados.

Cabe apuntar que la última fase alquímica, la Obra al Rojo, y la consecuencia que tiene para el operador, aparece reflejada en la obra El sueño verde del alquimista y Adepto Bernardo el Trevisano, conde de la Marca Trevisana, pequeño estado veneciano. Recordemos que la última fase alquímica, la Obra al Rojo, está asociada al andrógino alquímico. Dice El sueño verde: “Después de haber visto todas aquellas curiosidades, me informaron de cómo se celebraban los matrimonios entre los habitantes de la isla. Como el Hagacestaur tiene un conocimiento muy perfecto de los hombres y del temperamento de todos sus súbditos, desde el mayor hasta el más pequeño, reúne a los parientes más próximos y dispone que una muchacha pura y limpia se una con un anciano sano y vigoroso; luego purga y purifica a la joven, lava y limpia al anciano, el cual ofrece su mano a la muchacha; ésta toma la mano del viejo; entonces se les conduce a una de aquellas moradas, sellándose la puerta con los mismos materiales de que está construida la casa; es preciso que permanezcan así encerrados juntos durante nueve meses completos, en cuyo tiempo construyen todos esos muebles que me habían enseñado. Al cabo de ese tiempo, salen unidos los dos cuerpos en un solo cuerpo, y, no teniendo más que un alma, son uno solo y su poder es muy grande sobre la tierra…”

Pero no sólo Bernardo el Trevisano se ocupó de relatar la última fase alquímica de la Gran Obra, sino que otros alquimistas y adeptos como Zósimo de Panápolis hicieron lo propio. En su obra ya citada Pensamientos auténticos, Zósimo explica: “Sobre el agua divina: he aquí el divino y gran misterio, la cosa buscada por excelencia. Es el todo. Su naturaleza, una sola esencia; pues una de ellas arrastra y cae de la otra. Es la plata líquida (mercurio), el andrógino, que siempre está en movimiento. Es el agua divina que todos ignoran. Su naturaleza es difícil de comprender: pues no es ni mental, ni agua, ni un cuerpo metálico. No se puede domeñar; es el todo en el todo, tiene vida y aliento. Aquel que entiende ese misterio posee el oro y la plata”.

Por último, nos reencontramos con Fulcanelli, entre citas al andrógino alquímico. Su discípulo Eugene Canseliet creyó encontrarlo transformado en una especie de travestí en 1954, en Sevilla, España. En El Misterio Fulcanelli (Martínez Roca, 1981) de Kenneth Rayner Johnson, se lee: “Canseliet iba a dar media vuelta para volver a sus habitaciones, cuando, al pasar las mujeres por delante del lugar donde se hallaba, una de ellas se volvió, le miró y sonrió. Fue cuestión de un breve instante. La mujer se volvió de nuevo a sus compañeras y juntas siguieron su camino, fuera de su campo visual. Canseliet se quedó pasmado. Jura que la cara de la ‘mujer’ que le había mirado era la de Fulcanelli. Por extraña que parezca la historia, Canseliet afirma que lo vio y que, comprensiblemente, sólo lo había confiado a unos íntimos amigos. ¿Qué hay que deducir de este extraño episodio? Sólo podemos presumirlo. Pero esta presunción puede ser al menos influida por algún conocimiento sobre el más oscuro arcano alquímico y surge una posible explicación que puede ser menos increíble de lo que parece a primera vista.

Entre los muchos símbolos de la Gran Obra, uno de los más notables y misteriosos es el llamado andrógino o hermafrodita alquímico. En los textos clásicos de alquimia, se alude con frecuencia a él como simbolizando la naturaleza dual del fuego secreto, de las varias sales compuestas empleadas, del Rebis, o cosa doble. Pero en ocasiones se presenta como símbolo de la propia Obra terminada. Hay muchas versiones pictóricas distintas de esta figura andrógina en la literatura alquímica”.

Personalmente, creo que la alquimia es una guía de la transformación interna y que, por supuesto, cabe tomar como símbólica, ya que sino el idealismo puede “hehizarnos” tanto que perdamos el sentido de la realidad y el objetivo final buscado, precisamente la superación del propio idealismo.